Pedro Calderón de la Barca fue un dramaturgo español que nació en Madrid en 1600 y murió, también en Madrid, en 1681. Es considerado uno de los máximos representantes del Siglo de Oro español.
Contexto histórico
Su vida y su obra están muy marcadas por los sucesos políticos y sociales de la España del siglo XVII, por lo que para poder entender su obra es necesario conocer el marco histórico en el que se desarrolla.
Calderón fue testigo de tres reinados, empezando por el de Felipe II. Con él se perdió la Armada Invencible en 1588, lo que sumió a la sociedad en una sensación de desencanto, desatando pensamientos de profecías de milenarismo. Después llegaría Felipe III, quien expulsó a los moriscos en 1609, causando una grave crisis económica y la despoblación del campo. Durante este reinado, llegó el declive agrícola y un aumento de la población urbana de pobres, mendigos, pícaros y delincuentes que inspirarían muchas novelas picarescas. Y, por último, Felipe IV, con quién tendría lugar el levantamiento e independencia de Portugal y la rebelión de Cataluña en 1640 contra la política de estado y el conde-duque de Olivares.
Tres periodos marcados por cuatro bancarrotas en solo 50 años y por la amenaza de los turcos y piratas en el Mediterráneo y los ingleses por el Atlántico. Sin olvidar una nobleza ociosa más preocupada por el honor y la limpieza de sangre que por el trabajo, convirtiendo la corte en un hervidero de intereses, fraudes y abusos de poder.
Todo este ambiente de crisis, desengaño y amenaza, hace que el teatro se convierta en la principal diversión del pueblo y obliga a los autores, como Calderón de la Barca, a producir obras sin descanso.
Obra
Calderón de la Barca fue educado en un colegio jesuita de Madrid, estudió Teología en las universidades de Alcalá y Salamanca, estudios que abandonó para darse a conocer como dramaturgo con su primera comedia, Amor, honor y poder.
Influido por las obras de Lope de Vega, fue el representante del teatro teológico. Escribió también obras de capa y espada como Mañanas de abril y mayo, ingeniosas comedias de enredo y engaños como La dama duende, Casa con dos puertas, mala de guardar o No hay burlas en el amor. Dramas de celebración oficialista como El sitio de Bredá, que también inmortalizó Velázquez en su pintura Las lanzas. Incluso tragedias como El príncipe.
Calderón también es el creador de personajes femeninos fuertes; de mujeres que reivindican su condición y derecho a participar en igualdad en un mundo gobernado por hombres. Mujeres que defienden con fortaleza, no solo su honra y su fama, sino su capacidad intelectual para saber de teología o gobierno. Un ejemplo es el personaje de reina Cristina de Suevia en el drama Afectos de odio y amor, que promulga nuevas leyes protectoras de los derechos de las mujeres. Como dijo Pedro Crespo en El alcalde de Zalamea, hay una razón de peso para respetar a las mujeres:
No hables mal de las mujeres;
la más humilde, te digo
que es digna de estimación;
porque al fin, de ellas nacimos.
Sus servicios a la corona, su carrera militar y su participación en palacio produciendo obras cortesanas y dirigiendo representaciones teatrales se verían recompensadas en 1636 por Felipe IV, quien le otorgó el hábito de caballero de la Orden de Santiago.
Años después, en 1651, se ordenó sacerdote, lo que impide que pueda compaginar su trabajo de dramaturgo y clérigo y deja de escribir durante un tiempo.
En mayo de 1681 muere y es enterrado con todos los honores y vestido con sus ornamentos sacerdotales y el hábito de la Orden de Santiago.
En Madrid, en la Plaza de Santa Ana, se encuentra la estatua de Calderón de la Barca, erigida en 1880, mirando hacia al Teatro Español, donde antes se encontraba el Corral del Príncipe. Bajo su cornisa se puede leer su nombre en el centro, flanqueado por Lope de Rueda y Lope de Vega por la izquierda y Tirso de Molina y Ruiz de Alarcón por la derecha.
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